Hijo de campesinos que conocieron la pobreza extrema como consecuencia del crack del 29, Jorge Guerrero Ribero, un joven lleno de ilusiones emigra a la capital con el propósito de culminar sus estudios de secundaria, lo que hace en el claustro del Colegio Mayor del Rosario; luego ingresa a la Pontificia Universidad Javeriana para cursar la carrera de derecho y en 1943 obtiene su grado de abogado, con una tesis sobre La responsabilidad penal de las personas jurídicas colectivas.  Dejaba ver ya entonces su espíritu visionario, que lo acompañó durante todo su trasegar.  

Para atender a su manutención, toca las puertas de don Rafael Naranjo Villegas, humanista propietario de la Librería Siglo XX, quizás movido por el espíritu de don José María Rueda Gómez, el enigmático conde de Cuchicute a quien había conocido en su natal San Gil.  Don Rafael lo acoge con gran afecto y cariño y le encomienda organizar la sección de derecho de su librería, una de las más importantes que por entonces tuvo Colombia.  Fruto de su abnegado trabajo, la Librería Siglo XX publica en 1946 el primer catálogo de obras jurídicas de que se tenga noticia en Colombia.

En medio de la segunda guerra mundial, alternó su trabajo en la librería con el de traductor de los cables que traían las noticias de ese conflicto, circunstancia que sin duda reafirmaría en él dos de sus pasiones intelectuales más notables: la historia y las lenguas extranjeras.  Para entonces, decide independizarse y con los pocos ahorros que tenía se aventura a abrir una pequeña librería muy cerca del Colegio Mayor del Rosario.  Sus ilusiones y sus pocos libros, que atesoraba y cuidaba con fervor, quedaron hechos cenizas aquel trágico 9 de abril.  

Mas su indomable espíritu no se doblegó.  Antes bien, recordando su humilde origen acudió a un lejano amigo con quien había tenido trato epistolar en los años que pasó al lado de Don Rafael: como fuere, le compartió sus tribulaciones a Don Roque Depalma, hijo de inmigrantes italianos, a la sazón ya reconocido editor de derecho en Buenos Aires.  Don Roque, sin pensarlo dos veces, le sitúa unos denarios con los que luego de travesía heroica por el Pacífico nuestro personaje desembarca en Valparaíso y tras coronar los Andes, llega a Buenos Aires, por entonces la capital de la octava potencia mundial y reconocido centro editor en la América de habla hispana.  Aunque los detalles se pierden en los recovecos y esguinces de las brumas bonaerenses, nuestro personaje regresa a la Bogotá incendiada con el firme propósito de cumplir la misión acordada con su benefactor: encontrar dos o tres amigos con quienes fundar una editorial.  Dos hombres, dedicados como el que más a su trabajo, lo acompañan en la aventura: Carlos Jiménez, dueño de una pequeña imprenta y Jorge Ortega Torres, hombre poseedor de una gran cultura y quien se convirtió en extraordinario compilador de nuestra legislación.  Corren las semanas y los meses en una convulsionada Colombia que se desangra en medio de la fratricida lucha partidista, hasta que en una mañana de mayo de 1951 nace en una notaría de Bogotá una empresa a la que bautizan Librería Editorial Temis, en recordación de la diosa Temis de la mitología griega, hija de Urano, dios del Cielo y de Gea, diosa de la Tierra, que comienza a despachar en el local de la Calle 13 número 6 – 45, que en arriendo se toma a la Librería Voluntad, reconocida firma de la familia Bedout, que se traslada pocos metros al sur.  Se da así vida jurídica a un emprendimiento que había iniciado cuatro años antes con la publicación de Los delitos contra la libertad y el honor sexuales, de la autoría de Vincenzo Manzini, traducción que haría nuestro personaje.   Don Roque, con su equipo de colaboradores, se encarga de cuidar la edición de los primeros títulos que bajo el sello de la editorial ven la luz y no sólo eso, también financia la edición y la impresión que se hacen en Buenos Aires.

Cientos de títulos, en cuidadas ediciones, así fueran modestas, que ya suman algo más de tres millares, han salido de nuestras prensas.  Obras de connotados juristas colombianos que han viajado allende las fronteras y también de autores extranjeros cuyos libros se han vertido al castellano de muy diversos idiomas: italiano, francés, alemán, inglés, portugués, griego, incluso del ruso.  Un esfuerzo colosal, horas y horas de abnegado trabajo, que se ve recompensado cuando recibimos mensajes, procedentes de muchas latitudes, en agradecimiento por lo que se ha hecho por la cultura jurídica y en favor de la justicia, la equidad y la paz.

Incontables generaciones de abogados en Colombia se han formado en las páginas de códigos, manuales, tratados y monografías editadas por Temis.